Una de las lecturas habituales del texto dramático La Viuda de Apablaza, de Germán Luco Cruchaga, consiste en identificar la conformación de un cuadro de costumbres del campo chileno con pretensiones de reflejo artístico. Las imágenes formuladas por la Compañía de Evaristo Lillo en 1928 y por el Teatro de la Universidad de Chile en 1956, en diálogo con sus contextos de producción, apuntarían a dar forma a estas lecturas también en el teatro.
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