Finalmente, y un poco a tientas, caminamos en dirección a Plaza Brasil y llegamos hasta el Café Portada. El ambiente es el propicio: música tenue, el aroma como aliciente y ningún cliente más que nosotros. Nos sentamos en la penúltima mesa y acomodamos las capas de ropa que cubren nuestros cuerpos. Luego de conversar y dar los primeros sorbos de café, prendo el micrófono de mi celular y comienzo con la primera pregunta que le haré a quien, hace solo un año, me hacía las consultas y correcciones, Gastón Carrasco (1988).
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