Fue en los años 90 cuando tomó una carpa, un saco de dormir, su bicicleta y todo el ánimo que tuvo en ese momento para recorrer Chiloé. Una beca de la Fundación Andes le permitió viajar al archipiélago para investigar el uso de la madera en la escultura, desde un punto de vista vernáculo. Un viaje, dice él, que no tenía una hipótesis ni una idea clara, pero que marcó el inicio de su relación con el material y, al poco tiempo, una presentación en el Museo de Bellas Artes llamada “El espíritu de la madera”.
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