Mucho de paciencia y silencio se necesita para entrar en contubernio con las musas, para avistarlas y entrar en diálogo exquisito. Mucha insistencia, doce años dicen, para que las voces se entrecrucen y consoliden un discurso que, de cara a la realidad, nos muestre las carencias que nos afectan, la negrura por la que se avanza mientras se intenta seguir siempre a flote.
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