La tela roja levita, pero gravita -es anclada a tierra por los cuencos de vidrio- en una sugerente metáfora a las contradicciones de nuestra propia existencia: las tensiones entre peso y levedad, cuerpo y mente, materia y espíritu, vida y muerte, reflexiones tanto ontológicas como espaciales que son parte fundamental de la ya extensa práctica del artista.
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