Elisa Aguirre

Elisa Aguirre

Artes Visuales / Escuela de Artes Visuales

la naturaleza intimista de la escultura

Elisa Aguirre Robertson (Santiago, 1954) ha desarrollado, a lo largo de casi cuatro décadas, una práctica escultórica que se aleja de los formatos convencionales y se orienta a la investigación formal a través de técnicas como el tejido, la forja, la talla y el ensamble, incorporando materiales tan disímiles como caucho industrial, metal, cartón, semillas, madera y piedra. Su trabajo ha sido reconocido por la crítica especializada por su singularidad dentro de la escena escultórica nacional.

“Siempre fui más bien abstracta. Tuve un periodo figurativo, pero fue más una exigencia académica durante mi formación en la Universidad de Chile a inicios de los años 80. Luego cambié rápidamente y mi preocupación se inclinó hacia la estructura: cómo se construye un volumen y qué significados pueden emerger desde ahí”, explica la artista, que se incorporó como docente de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Finis Terrae en 1995. 

Ese giro en su trabajo ocurrió durante su tercer año de formación, cuando tuvo como profesor a Juan Egenau (1927-1987), reconocido escultor nacional que “redefinió” su manera de abordar la materialidad y la orientó hacia una escultura contemporánea que, en cierta medida, se apartaba del canon tradicional de la Escuela de Bellas Artes. 

“Fue un maestro que me marcó absolutamente”, recuerda Elisa Aguirre, destacando la rigurosidad con la que entendía los procesos creativos dentro del taller. Egenau fue una influencia determinante en su formación, cuyo impacto trasciende en su manera de abordar la escultura sin apelar a programas conceptuales o teorías rígidas para definir sus esculturas. Esta sobriedad en las formas, señaló el crítico Mauricio Bravo, ha ido de la mano de un “trabajo de taller meticuloso y obsesivo”. 

Londres y el giro a las formas intuitivas

Su formación continuó en la década de los noventa con un postgrado en el Royal College of Art de Londres (1993-1994), al que accedió gracias a una beca del British Council. Aquella experiencia marcó un nuevo punto de inflexión en su obra. “Estar en Inglaterra me permitió ver en vivo piezas que antes solo había estudiado. Todo lo que conocía de escultura de afuera lo había visto en libros y catálogos”, recuerda.

Uno de los momentos más reveladores de ese periodo fue una exposición de Pablo Picasso, donde pudo ver de cerca sus poco conocidas esculturas. “Me sorprendió y me abrió completamente la cabeza porque era ver cómo cualquier cosa -un alambre, un pedazo de cartón- podía transformarse en algo más. Ahí entendí que la escultura podía ir mucho más allá de los materiales tradicionales”, recuerda Aguirre. 

Esa experiencia reafirmó su manera de abordar la tridimensionalidad como un espacio de experimentación: “Entonces me puse a trabajar con objetos que iba encontrando, restos que habían sobrado de piezas más grandes. Ese gesto me dio una nueva perspectiva, porque empecé a ensamblar sin necesidad de apernar ni soldar, solo a través de la presión”, explica. Este método de creación le permitió expandir su lenguaje escultórico y desarrollar un proceso más experimental e intuitivo durante su regreso a Chile. 

La versatilidad y la fuerza del cobre

A lo largo de su trayectoria, ha participado en muestras como la III Bienal de Valparaíso (1987), el Tercer Encuentro de Arte Industria en el Museo Nacional de Bellas Artes (1989), la exhibición “Printmaking and Sculpture” en la Henry Moore Gallery de Londres (1994) y “Genio de la Bastilla” en París (1998).

Uno de sus hitos en el espacio público es el mural escultórico en cobre de la estación Plaza de Armas del Metro de Santiago (2005), obra con la que obtuvo el primer lugar en el concurso escultórico de la Empresa Nacional Codelco.

“Fue un desafío. Tenía que hablar del cobre y la minería sin caer en la obviedad. Me detuve a pensar en la intervención del paisaje, en la huella que deja la extracción de minerales. Un día encontré un tronco, le saqué un molde y, a partir de esa forma, construí la estructura del mural. Todo lo demás fue un proceso de ensamblaje, una superposición de capas que fueron otorgando significado a la obra”, explica Aguirre. Para su construcción se utilizó láminas LEC, planchas de cobre obtenidas por lixiviación y electro-obtención.

El mural se organiza en tres secciones: cañones de planchas que crean volumen mediante luces y sombras, una superficie ondulante que evoca la geografía minera y una gran plancha perforada de la que emergen púas de cobre dispuestas con precisión matemática.

La docencia como una extensión del taller

De la mano de su producción artística -como una íntima dualidad- Elisa Aguirre ha desarrollado una sólida carrera académica, formando a nuevas generaciones de escultores. Ha impartido clases en el Instituto de Arte Contemporáneo (1986-1993), en la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso (1993-2020) y  en la Universidad Mayor (2004). Actualmente, es docente en la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Finis Terrae.

“Llevo más de 40 años enseñando. Para mí, la docencia y la creación están unidas. Cuando estoy trabajando más en mi obra, siento que hago mejores clases. Hay un diálogo constante, porque los alumnos traen nuevas inquietudes y eso me obliga a cuestionar lo que hago. No se trata solo de aprender a usar herramientas o materiales, sino de desarrollar una manera de pensar y sentir la escultura”, explica.

Si en sus trabajos anteriores la exploración material y estructural se manifestaba a gran escala, en la actualidad Aguirre se ha replegado en el taller, donde su producción ha adquirido un carácter más introspectivo. El escritor Roberto Merino ha señalado que sus obras recientes parecen estar “concebidas a la medida del taller (…) como subproductos del escultor, pequeños bosquejos que, según la artista, funcionan como una metáfora de una búsqueda personal”.

“Siempre he pensado que la escultura debe tener múltiples capas de significado. No me interesa que sea una pieza cerrada, sino que pueda evocar distintas cosas en distintas personas. Al final, lo importante no es solo la obra en sí, sino lo que genera en quien la mira”, concluye Elisa Aguirre.  

En reconocimiento a su trayectoria, este 2025 Elisa Aguirre Robertson recibió el Premio a la Creación Artística de la U. Finis Terrae, destacando su profunda conexión con la tradición escultórica nacional y su incansable y estrecha relación con la docencia.

Frase destacada

No se trata solo de aprender a usar herramientas o materiales, sino de desarrollar una manera de pensar y sentir la escultura.

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