Licenciada en Artes con mención en teatro y actuación por la Universidad ARCIS, Isidora Stevenson ha sido distinguida por su trabajo en dramaturgia con el Premio Municipal de Santiago por Hilda Peña (2014), el reconocimiento a las Mejores Obras Literarias del Ministerio de las Culturas por Informe de una mujer que arde (2021) y el Premio Nuez Martín por Niebla (2022).
En 2013, Isidora Stevenson sintió la necesidad de encontrar su propia voz en la escritura teatral, desarrollando un estilo narrativo que pone en el centro a personajes femeninos silenciados y relatos mediáticos atravesados por la marginalidad. Pulsión, comenta, que nació como respuesta a la ausencia de mujeres dramaturgas durante su formación académica.
Su método de trabajo responde a esa misma lógica: investiga con rigor, pero escribe sin una estructura fija, dejando que la forma surja en el proceso. “Voy indagando mientras escribo, hasta encontrar la forma que quiero darle”. Enfoque que se refleja en Amanda Labarca (2023), monólogo inspirado en la defensora del sufragio femenino en Chile.
“Lo primero que hice fue leer todo lo que encontré escrito sobre ella y así empaparme de su voz, sus gestos, su pensamiento y entender cómo ha sido interpretada a lo largo del tiempo. Solo después de eso pude definir el escenario para escucharla”, comentó en una entrevista a la prensa luego de su estreno en el Teatro Municipal de Santiago.
Desde esa experiencia, enfatiza que una historia no se sostiene solo por el tema que aborda, sino por la perspectiva desde la cual se construye. “Es el enfoque lo que realmente define el relato”, sostiene. Esa mirada ha atravesado su obra dramática durante la última década, donde examina cuidadosamente la construcción de diálogos, los roles asignados a los personajes y la estructura de los relatos, elementos fundamentales en su proceso creativo.
H. P. y la muerte como espectáculo
“No me interesa la dramaturgia complaciente, sino la que incomoda y genera tensión. Escribo sobre personajes que suelen quedar al margen”, afirma Isidora. Uno de esos personajes fue Hans Pozo, un joven en situación de calle cuya muerte, en marzo de 2006, se convirtió en un espectáculo mediático.
Los noticieros redujeron su historia a un caso policial morboso. Un año después, Stevenson tomó ese relato y lo llevó al teatro con H.P. (Hans Pozo), una obra que pone en escena la construcción mediática de la marginalidad.
“Nos preguntamos si era posible hablar de pobreza y exclusión desde nuestra realidad de actores y artistas burgueses. Hoy existen conceptos como apropiación cultural o extractivismo social, pero en ese momento lo que nos inquietaba era poder narrar sin caer en la explotación del sufrimiento”, señala la escritora. En diciembre de 2024, reestrenó la obra en Teatro El Puente, a orillas del río Mapocho.
“Es emocionante ver cómo sigue resonando, cómo nuevos públicos se enfrentan a este relato con preguntas distintas, en otro Chile”, comenta.
Niebla: cuerpos olvidados y envejecidos
En 2020, durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, Isidora Stevenson recibió una invitación del Teatro Finis Terrae para escribir una obra en formato digital. Así nació Niebla, un diálogo entre Nena (Gloria Münchmeyer), una matriarca, y Carmen (Gabriela Hernández), quien trabajó como su empleada doméstica durante décadas a través de una videollamada.
“Siempre que una mujer puede salir a trabajar, hay otra mujer que cuida de sus hijos. Esa maternidad subrogada rara vez se menciona. En la obra me interesaba tensionar esa relación, llevarla al límite”, explica la dramaturga.
Niebla se estrenó en pleno confinamiento en versión audiovisual y en 2022 recibió el Premio Nuez Martín. Fue publicada por Ediciones Universidad Finis Terrae en 2024, en una edición que incluye entrevistas a las protagonistas de la historia por el académico de la Escuela de Teatro UFT, Federico Zurita.
Recientemente, Isidora Stevenson publicó Centauro (Alquimia, 2024), un libro que comenzó como una pieza teatral, pero que, tras ser rechazado en varias convocatorias por no ajustarse a las categorías tradicionales, encontró su lugar en la literatura híbrida, comenta.
«La dramaturgia es difícil de publicar porque se vende poco, pero es un documento, un testimonio literario. Por eso creo que es importante que editoriales y universidades publiquen dramaturgia. Puede parecer algo menor, pero es fundamental para la historia y la memoria del teatro nacional», concluye la dramaturga, quien hace unos meses incursionó en la escritura de ópera con La abeja de fuego, obra de cámara que pone en primer plano las luces y sombras de la escritora María Luisa Bombal (1910-1980). La pieza se estrenó con éxito de taquilla en el Teatro Municipal de Santiago.
No me interesa la dramaturgia complaciente, sino la que incomoda y genera tensión. Escribo sobre personajes que suelen quedar al margen.