Marco Antonio de la Parra

Marco Antonio de la Parra

Artes Escénicas / Escuela de Teatro

Forjando un legado en el teatro chileno

Figura icónica del teatro chileno contemporáneo, la trayectoria del psiquiatra, escritor y dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra se erige como un monumento de creatividad, compromiso y pasión por las artes escénicas. Con más de 100 obras en su repertorio y una influencia que trasciende fronteras, De la Parra ha dejado una huella indeleble en la escena teatral nacional e internacional.

Nacido en Santiago de Chile, De la Parra se sumerge en el mundo del teatro en 1975, abrazando una pasión que se convertiría en el eje central de su vida. Su prolífica carrera abarca un vasto espectro de géneros y temáticas, desde obras de corte político y social hasta piezas de comedia y teatro juvenil.

Su obra se distingue por su audacia creativa y su profundo compromiso con la exploración de la condición humana: “Yo creo que mi oficio de meterme con lo delirante tiene que ver con que yo trabajo con lo delirante, pero no con historias particulares de tal o cual paciente”, dice, refiriéndose a la influencia de su profesión como psiquiatra en su creación. Más bien, se sumerge, en lo delirante de su propia imaginación, creando personajes y situaciones desde su interior. 

Reconoce que hay algo de locura en su profesión y confiesa que después de su propio psicoanálisis, comprendió mejor la complejidad del ser humano y la importancia de abordar el dolor y el terror desde una perspectiva estética y humorística. “Me interesa conectarme con lo que está sucediendo en mí, sucediéndole a mi país y a mi mundo”, cuenta. Pero también le intriga investigar y reinterpretar la escritura teatral, buscando darle un sentido profundo a través de la resemantización de obras clásicas y, como se ha dicho, el humor negro. “La risa tiene una función anestésica. La carcajada le permite al público acercarse y caer en el espacio que me interesa que es el de la reflexión”, dice. 

 A lo largo de su carrera, ha demostrado una habilidad magistral para entrelazar lo cómico y lo profundo, lo trivial y lo trascendental, en un delicado equilibrio que tiene la notable cualidad de cautivar a audiencias de todas las edades y trasfondos culturales. Entre sus obras más emblemáticas, recuerda, están «La secreta obscenidad de cada día», un ingenioso duelo entre Marx y Freud que desafía las convenciones y provoca risas y reflexiones por igual. Asimismo, «Matatangos», que explora el legado de Gardel de manera sorprendente y conmovedora, revelando capas ocultas de la identidad nacional. Pero su repertorio es vastísimo, algunas de sus piezas ya forman parte de los clásicos del teatro chileno, a la vez que han llegado a estar entre las piezas latinoamericanas más representadas en el mundo durante las últimas décadas, hasta las obras más recientes y menos conocidas del autor, muchas de las cuales aún cuentan con sólo una o ninguna versión escénica a la vez que permanecen inéditas.

De la Parra reconoce que en la evolución de su escritura a lo largo de los años ha mantenido una continuidad gozosa en su estilo. Desde sus primeras obras hasta las más recientes, ha explorado elementos del pop cruzados con lo oculto, demostrando una tendencia posmoderna antes de que se hablara de postmodernidad. 

Su legado, sin embargo, va más allá de sus obras individuales. Como docente comprometido, ha guiado a numerosas generaciones de estudiantes en el arte de la dramaturgia, compartiendo su sabiduría y experiencia con generosidad y pasión. Su influencia se extiende a través de las aulas y los escenarios, inspirando a futuros dramaturgos a encontrar su voz única y a abordar el teatro con audacia y creatividad. «Lo que uno enseña a los alumnos es que lean mucho. Y cuando digo que lean mucho es ver cine, leer no sólo teatro, sino novelas», dice. “Escribir salvajemente, sin esperar el permiso de nadie y hacer teatro de manera constante”, agrega. “La esclavitud de Fondart hace que se pierdan autores que están como esperando el apoyo. No, vamos a escribir de todas maneras, si cae el Fondart, bienvenido sea. Y entonces haremos dos obras en lugar de una. Hay que hacer teatro no más. No solo escribirlo, sino que hacerlo. O sea, convertir este espacio en un escenario, en una sala. Recordar que Chile es región, somos una provincia en el mundo teatral. No somos Londres”, remata. 

El reconocimiento a su carrera es un testimonio de su impacto duradero en el mundo del teatro. Su reciente premio a la Creación Artística Finis Terrae, otorgado de manera unánime por un jurado que reconoció su talento y dedicación, es un tributo merecido a una vida dedicada al arte y a la exploración de lo humano a través del teatro. «Me siento muy emocionado, no me la creo cuando me felicitan a mi, o a personas de la escuela o en la universidad en general. Es un premio muy emocionante”, expresa.

A pesar de su vasta obra y su reconocimiento internacional, De la Parra sigue siendo un espíritu inquieto, siempre en búsqueda de nuevos horizontes creativos. Su incansable labor en el teatro es un recordatorio de la importancia de seguir explorando, creando y desafiando los límites del arte escénico. Reflexiona sobre el futuro del teatro en un mundo cada vez más digitalizado, en sus palabras: “Yo siento que el teatro está vivo. El teatro se produce en el enfrentamiento entre una persona activa y una persona pasiva. Es un acto de amor. Un acto de amor en que el cuerpo del espectador se entrega para que lo actúe, lo mueva, lo remueva el actor, la actriz”. 

«La cosa es hacer teatro a mata caballo, contra viento y marea», dice fiel a la actitud que ha tenido en su extensa vida ligada a las tablas.

Frase destacada

Yo siento que el teatro está vivo. El teatro se produce en el enfrentamiento entre una persona activa y una persona pasiva. Es un acto de amor. Un acto de amor en que el cuerpo del espectador se entrega para que lo actúe, lo mueva, lo remueva el actor, la actriz.