Elías Cohen

Elías Cohen

Artes Escénicas / Escuela de Teatro

La visión transformadora en la danza y el movimiento

Con una extensa trayectoria en disciplinas de arte diversas, Elías Cohen, ha desarrollado una filosofía artística y humana que encuentra su máxima expresión en la creatividad y la belleza. Integrando filosofías orientales, psicología transpersonal, biología del conocimiento, entre otras, busca interpelar las concepciones tradicionales de la danza para nuestra emancipación. 

Con roles que abarcan director de teatro, coreógrafo, bailarín, pedagogo e investigador independiente, Cohen se graduó en Artes Escénicas en la Universidad Finis Terrae y continuó sus estudios en teatro y danza en Dinamarca e India. Desde 2006, dirige la Plataforma KiM de Teatro y Danza, cuyas obras se han presentado en América del Sur, Europa y Asia, abarcando teatro, danza, performance, teatro físico, site-specific, teatro rural y circo contemporáneo.

Con más de dos décadas de experiencia docente, Cohen ha desarrollado metodologías que integran teoría y práctica de las artes escénicas con otras fuentes de conocimiento. Ha dirigido programas y encuentros internacionales, como «El Camino del Danzante» en la Isla del Sol, reuniendo a más de 400 participantes de toda Sudamérica. “La danza es más un estilo de vivir y de estar en el mundo, de generar encuentros, que la idea del gran espectáculo y del bravo, bravo”, manifiesta.

Su enfoque interdisciplinario se refleja en su formación en psicología transpersonal y biología del conocimiento con Humberto Maturana, así como en su maestría en Estudios de Teatro y Danza desde Perspectivas Decoloniales en la Universidad de Waikato, Nueva Zelanda. Además, ha sido reconocido con una beca doctoral de excelencia en la Auckland University of Technology, también en Nueva Zelanda. Realizó estudios de teatro, danza y exploración somática en Dinamarca (School of Stage Arts of Denmark), Alemania, India y Nueva Zelanda.

“Creo que el ser humano es un ser interdisciplinario. Estamos cruzados por un montón de saberes que ejercemos idealmente, mientras más conscientes seamos de nuestros conocimientos y saberes. La vida se vuelve más plena. Afortunadamente en la academia la interdisciplina ha comenzado a ocupar cada vez más espacio”, declara Cohen.

Su enfoque en la danza como un estilo de vida y una forma de conexión auténtica con el mundo cuestiona los estereotipos convencionales. Cohen ha integrado filosofías orientales como el budismo y el taoísmo en su práctica, así como experiencias de meditación y yoga adquiridas durante su tiempo en la India. “Yo me considero un ser que intenta abrazar un abanico de saberes de distintas fuentes, desde la señora de la esquina que tiene su conocimiento, a filósofos, o alguien que en ciencias a través de su curiosidad sacó una eureka. Yo estoy despierto para percibirlo todo y ver cuáles son los puntos de conexión”, manifiesta.

Una de sus contribuciones más importantes ha sido la creación de la Escuela Internacional de Teatro Físico K.I.M, inspirada en sus experiencias en Bolivia. Allí, ha explorado la idea del «danzante» como un individuo que utiliza su cuerpo en beneficio del colectivo, desafiando la noción occidental de la danza como una disciplina individualista. «Fue en ese momento cuando comencé a comprender la figura del danzante como un individuo que utiliza su cuerpo en beneficio del colectivo», explica.

La práctica del teatro danzante se centra en la idea del bailarín como ofrendante, según señala Cohen. Este enfoque resalta la importancia de la trascendencia en su trabajo y desafía la noción occidental de la danza como una disciplina individualista. “El bailarín se concentra en el entrenamiento y la presentación escénica. Sin embargo, la idea del danzante, al menos desde mi perspectiva, va más allá del aspecto corporal. Se trata de una forma de relacionarse desde un encuentro lo más genuino posible, incluso en el hablar y en el ser-estar», puntualiza. “El danzante, como ofrendante, está presente en la danza latina y en otras tradiciones, donde esta idea de las cofradías que danzan no solo busca el beneficio personal, sino que también persigue la trascendencia”, agrega.

Su investigación sobre la cognición corporeizada, basada en las ciencias cognitivas, ha ampliado nuestra comprensión de la interconexión entre mente y cuerpo en la percepción y comprensión del mundo. Cohen aboga por una mayor conciencia y autonomía cognitiva, considerando la danza como una herramienta poderosa para el autoconocimiento y la aceptación personal.

“Colaboramos durante un año con Humberto Maturana, y me di cuenta de que la cognición corporeizada abriría un buen espacio en la academia para considerar el movimiento como una forma válida de conocimiento y generación de discursos”, explica. “La danza, aunque cómoda en las artes, no se integra en el entendimiento del conocimiento. Para mí, el ejercicio era demostrar que la danza, separada de su connotación cultural, es una gran metáfora y un entrenamiento para entender la cognición. La cognición corporeizada apoya esta idea, llenando el vacío en las fuentes de conocimiento y cuestionando la exclusión de la danza en el arte”, sintetiza.

“Hoy en día, estoy inmerso en el desarrollo de un concepto que he denominado ‘movilidades salvajes'», afirma Cohen, explicando que se trata de una profunda exploración sobre cómo los seres humanos se relacionan con el movimiento y la cognición en un mundo dominado por la atención comercializada.

“Si uno quiere adoptar una perspectiva más amplia, plena y autónoma hoy en día, es necesario emanciparse cognitivamente y prestar atención a cómo funciona la cognición, abriendo sus supuestos y encarnándolos mejor. De aquí surge la idea de las ‘movilidades salvajes’. La noción de lo salvaje es una provocación, ya que actualmente se comercializa con frases como ‘sé la mejor versión de ti mismo’ o ‘vive grandes aventuras’, pero estas aventuras son accesibles solo para quienes pueden pagarlas. La idea de lo salvaje tiene raíces coloniales, distinguiendo lo civilizado de lo primitivo y asociándose a lo brutal y rudimentario. Históricamente, lo salvaje se contrastaba con lo domesticado. Aunque suena exótico, es importante entender lo salvaje también como un estado natural del conocimiento, enlazando así con una cognición más emancipada, que es en lo que estoy trabajando ahora”.

En este proceso, destaca la importancia fundamental del concepto de un cuerpo saludable: «Un cuerpo saludable es aquel que reconoce y abraza todas sus dimensiones, desde lo físico hasta lo emocional y lo espiritual», enfatiza. «Cuando logramos abrazar sin rechazar y aceptarlo todo, observar, atestiguar, ser cariñosos con todos esos espacios que constituyen nuestra corporeidad, es algo que te marca una sensación de identidad personal”.

En cuanto a la enseñanza, actualmente está trabajando para el Teatro del Lago, en Frutillar, en un programa anual llamado “Puedes bailar”, donde además es el director invitado para 2024. Esta escuela incluye a 150 jóvenes de la región y culmina con una gran puesta en escena en el teatro, considerado el más sofisticado de Chile. “Este programa reúne a jóvenes de diferentes orígenes: desde los niños de familias acomodadas hasta los de Frutillar Alto, creando un espacio donde todos colaboran en la danza sin jerarquías de clase”, explica.

Además, es profesor de “Movimiento” en la Escuela de Teatro de la Universidad Finis Terrae, donde aplica toda su filosofía con los estudiantes: “Utilizo herramientas como la meditación para ayudar a encontrar un cuerpo enraizado y fluido. Aunque hay una parte funcional, también se trata de reconocer lo que surge del cuerpo en el momento presente: sensaciones, emociones, imaginarios y fantasía. La idea es canalizar estas posibilidades hacia un espacio creativo y presentarlo como un estilo de vida. No se trata solo de una buena postura corporal, sino de entender que la forma en que nos movemos por el mundo refleja quiénes somos. Mi objetivo es que las personas comprendan que vivir bien implica un estado de bienestar”.

Frase destacada

El bailarín se concentra en el entrenamiento y la presentación escénica. Sin embargo, la idea del danzante, al menos desde mi perspectiva, va más allá del aspecto corporal. Se trata de una forma de relacionarse desde un encuentro lo más genuino posible, incluso en el hablar y en el ser-estar.