Con una trayectoria de más de cuatro décadas en la escena artística local, Enrique Zamudio -decano de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae- interroga el paisaje a través de la fusión de técnicas como la pintura, el grabado y la fotografía. Entre sus obras más destacadas se encuentran una gigantografía en el Metro de Santiago y un mural junto al Museo de Arte Precolombino.
Una temática recurrente en la obra de Enrique Zamudio (1955) es el paisaje urbano, el que articula a través de imágenes para reconstruir la memoria colectiva de Santiago. Su trabajo ofrece un relato visual que se nutre de lugares y personajes cotidianos. Elementos que presenta mediante la exploración de técnicas como el grabado, la fotografía, el aguafuerte y la serigrafía.
Esta capacidad de indagar le ha permitido a Zamudio crear una obra versátil que enriquece las posibilidades de representación del registro visual y la pintura, organizando sobre la tela una cartografía de la capital compuesta por diversas capas de recursos que revelan las complejidades y las transformaciones de la ciudad.
Esta característica estética se manifiesta en Pictográfica Santiago (1987-88), una “reconstrucción gráfica de la ciudad” compuesta por más de cien piezas que integran las tres vertientes esenciales de su obra temprana: fotografía estenopeica, fotoemulsión y óleo. Trabajo que fue exhibido en la Galería Arte Actual en 1989, marcando un hito importante en su proyección internacional: “Esta serie viajó a la 20° Bienal de Sao Paulo (1989) a finales de los años 80 y posteriormente a Nueva York, a la muestra Contemporary Art from Chile (1991), en la Americas Society. Tuvo un largo recorrido”, comenta el artista.
El proceso creativo de esta serie, que comenzó a trabajar a mediados de la década de los ochenta, Enrique Zamudio lo describe como un rito: “Registraba la imagen con una emulsión, luego la transfería a la tela. Sobre esa superficie, reforzaba la imagen con pintura, trabajando con tonos y manchas. Salía a la deriva por Santiago, tomando cualquier micro que me llevara a la periferia. Era como el flâneur de Baudelaire”. En esa búsqueda, optaba por lugares que tenían una carga simbólica como la Estación Central, el Hotel Carrera, la Plaza Baquedano y el Teatro Nacional.
En la década de los noventa, Zamudio se embarca en dos proyectos a gran escala: el Mural de Santiago (1990), al costado del Museo de Arte Precolombino y La ciudad (1997) en la estación de Pedro de Valdivia, en el Metro de Santiago; ambos ejemplos de su capacidad para dialogar con el espacio y el contexto en el que habita: la ciudad y su memoria. “Mi idea fue poner Santiago en los muros: la presencia de los cerros, su realidad telúrica, el río que pasa por el centro y se desborda. Para mí, la ciudad, sus edificios y sus elementos naturales eran partes de mi paleta, de mi maleta de materiales”, explica.
Cuestionamientos sobre el paisaje
Enrique Zamudio inició su trayectoria artística en 1981, cuando se licenció en Artes Plásticas con mención en Fotografía en la Universidad de Chile. Durante su formación, tuvo la oportunidad de aprender de reconocidos maestros como César Osorio en pintura, Eduardo Garreaud en gráfica y grabado y, el fotógrafo polaco Bob Borowicz.
Para la crítica especializada, su trabajo tiene correspondencia con Eugenio Dittborn, pionero en la renovación pictórica nacional, quien ofreció nuevas formas de representación y comunicación visual que influyeron en la escena plástica de la década del ochenta en nuestro país.
Es a partir de sus estudios en la Universidad de Chile que Enrique Zamudio establece un diálogo con la tradición paisajística nacional. “Mi obra se nutre de referentes como Francisco González y Alberto Valenzuela Llano, quienes han dejado huella en el género”, reflexiona, destacando que el paisaje no es solo un tema, sino un reflejo de la enseñanza de la Academia de Arte en Chile.
Sin embargo, su trayectoria creativa se desarrolla en un contexto marcado por la convulsión política de los años 70 y 80. “Este periodo de quiebres políticos y sociales, junto con la efervescencia de movimientos estéticos me influyeron y me produjeron un cambio muy profundo en la manera de hacer arte. Hechos que, de algún modo, los empecé a asimilar. Por eso digo que mi relación con el paisaje se nutre de estos conflictos. Tenía la necesidad de encontrar un lugar dentro de mi historia y de mi espacio”, recuerda el artista y académico de la Universidad Finis Terrae, que desde 2010, se desempeña como decano de la Facultad de Artes.
“Ese es el paisaje que recuperé”
La fotografía fue clave en este proceso de búsqueda, técnica que enriqueció las posibilidades de representación de su obra. “El uso de la fotografía marcó un hito en el contexto de las artes visuales en Chile”, reflexiona Zamudio, “no solo porque su sistema de trabajo es más automatizado y mecánico, sino también por la relación intrínseca que tiene con la realidad. Esto fue fundamental para repensar el paisaje a través de la fotografía, convirtiéndose en la base de mi proceso creativo”.
A partir de este cuestionamiento, surgieron elementos de la memoria que se entrelazaron con la experiencia del artista. “Mis grandes referentes son los viajes de la infancia: las ventanillas del tren a Valparaíso con mi padre y los recorridos por la carretera hacia el Valle del Aconcagua. Estas fueron mis primeras percepciones del entorno. Ese es el paisaje que recuperé. Esa fue la motivación principal para seguir trabajando sobre esa temática hasta hoy”, recuerda Zamudio, refiriéndose a un quiebre con la tradición del pintor de caballete que se interna en la naturaleza.
En 2004, Enrique Zamudio presentó su obra junto a la de Alberto Valenzuela Llanos (1865-1925), un referente de la pintura chilena del siglo XIX, en la exposición Contrapunto en el paisaje chileno (2004), representando una visión contemporánea que reflexionaba sobre las diferentes formas de representar los entornos naturales, separadas por más de un siglo. De igual forma, en la muestra Asedio al paisaje (2010), el artista visual exploró nuevas tecnologías visuales, como el uso de imágenes lenticulares basadas en una pintura del pintor Luis Strozzi (1891-1966), generando una experiencia donde el espectador podía percibir diversas imágenes y profundidades en 3D dependiendo del ángulo de observación.
Estos últimos trabajos reflejan su investigación artística dentro del ámbito universitario, donde explora el cruce entre arte y tecnología. “Tengo ese vínculo entre mi actividad artística y la academia. Durante mi trayectoria he privilegiado la académica por sobre el circuito artístico comercial. Me habría encantado -sobre todo en los años que tenía un ímpetu creativo muy fuerte- haberme concentrado en el taller. Pero siempre me ha gustado la academia como una forma también de poder hacer una transmisión del conocimiento artístico. Es vocacional”, detalla.
Actualmente, el decano de la Facultad de Artes de la Universidad Finis Terrae y Miembro de Número de la Academia Chilena de Bellas Artes desde 2021, prepara una muestra con un trabajo “absolutamente híbrido, donde están los tres siglos de la fotografía metidos ahí: la exploración científica del siglo XIX, la masividad con las cámaras automáticas y lo digital”, mientras continúa en su taller explorando nuevas técnicas para ofrecer, a través del arte, las huellas del tiempo, la imagen y la memoria que la fotografía y la pintura evocan.
Mis grandes referentes son los viajes de la infancia: las ventanillas del tren a Valparaíso con mi padre y los recorridos por la carretera hacia el Valle del Aconcagua. Estas fueron mis primeras percepciones del entorno. Ese es el paisaje que recuperé.