Con una visión clara y una metodología rigurosa, Francisco Krebs destaca en la escena teatral chilena por utilizar elementos familiares y accesibles en sus trabajos que permiten atraer al espectador, antes de confrontarlo con temas más profundos y perturbadores.
Magíster en Artes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Francisco Krebs ha transitado por diversas corrientes teatrales a lo largo de su carrera, desde el teatro postdramático hasta formas más narrativas y tradicionales. Como director, ha desarrollado desde 2008 un trabajo extenso centrado en la relación del cuerpo del actor/actriz, la dramaturgia de la imagen y el uso de nuevas tecnologías, abordando el teatro desde una perspectiva que busca la seducción visual y conceptual.
Su trabajo no se limita así a la simple presentación de historias; sino que construye mundos completos que envuelven al público en una experiencia que resuene. En palabras de Krebs, se trata de crear un «entorno de belleza» para “sumergir al espectador y luego llevarlo a los lugares o a las preguntas que quieres llevarlo”.
Esta estrategia es una marca distintiva de su enfoque en la dirección escénica. Por ejemplo, en Muerte accidental de un anarquista (2019), Krebs utiliza el humor político y una estética de videoclip para presentar una crítica incisiva de la realidad social. La obra comienza con un prólogo irónico presentado por el periodista Daniel Matamala, que establece un tono que mezcla sátira y seriedad. «El humor es una herramienta para entrar en temas que, si uno lo aborda desde un lugar más serio o dramático, la gente se encasilla rápidamente en sus posiciones o se refugia en sus propios lugares de certeza», dice.
Formado en el teatro físico y cómico bajo la tutela de Andrés del Bosque, esta capacidad de Krebs para integrar humor y crítica es particularmente valiosa en un contexto donde el teatro político a menudo se percibe como panfletario y polarizante. Por eso es un convencido de que el humor es crucial para abrir un espacio para la discusión honesta y significativa sobre cuestiones sociales y políticas. Influenciado por teóricos como Foster Mayer, sostiene que el teatro es un espacio para plantear preguntas más que para ofrecer respuestas:
“Es necesario volver a contar historias, es necesario volver a generar relatos que se entiendan y que no porque se entiendan tengan que ser básicos, sino que es necesario comunicar, volver a contar historia, volver a plantear historias que te interpelen”, dice Krebs.
Entre sus montajes se cuentan Déjate perder, de su autoría; El amor de Fedra, de Sarah Kane; Santiago High Tech, de Cristián Soto; Réplica, de Isidora Stevenson; Muerte accidental de un anarquista, de Dario Fo; y Random, de Gerardo Oettinger. Y, convocado por la Directora general del Teatro Municipal, Carmen Gloria Larenas se ha dedicado a la ópera:
“En la ópera se da esta maravillosa posibilidad de trabajar en un gran formato con muchos recursos, porque son muchos recursos los que están en escena y en un lugar que es el único en Chile donde se puede trabajar de esa manera. No hay otro espacio donde haya elencos estables, gente contratada para hacer vestuarios, escenografías, utilerías. Es un privilegio poder trabajar ahí”, comenta sobre su experiencia.
Su método de trabajo riguroso y bien definido, se ha visto reforzado desde que está vinculado a esos escenarios. “El nivel de exigencia y de disciplina en la ópera está muy por sobre la media de lo que uno encuentra cuando trabaja en teatro que, en un sentido amoroso, es todo más hippie. En la ópera nada es hippie, porque tampoco hay tiempo para que sea así”, comenta recalcando que la importancia de la preparación y la estructura en estas producciones son cruciales. «Debes llegar al primer ensayo con todo armado… no hay un espacio de ‘vamos a probar’, no funciona de esa manera», subraya. Esta metodología se inspira en figuras como Bob Wilson, de quien Krebs admira la capacidad de armar estructuras complejas y confiar en la excelencia de su equipo para llenarlas con vida y emoción.
“Él confiaba en que la persona iba a ser increíble, decorando muy bien la pieza, pero él es el que arma el edificio, él es el que decide. Yo no me meto en la pega de la persona que trabaja conmigo en la iluminación, ya que es una persona en la que confío totalmente y admiro su trabajo. En ese sentido, es un trabajo súper colaborativo, pero los marcos como estructurales o referenciales los entrego yo, a propósito de cada proyecto”.
Su incursión en la ópera reafirma su versatilidad y ambición artística. Y pese a que este año estará dedicado cien por ciento a esta disciplina no ha abandonado el teatro. «No es que vaya a dejar de dirigir teatro, en absoluto», asegura. Su colaboración continua con dramaturgos como Marco Antonio de la Parra demuestra su compromiso con el teatro contemporáneo y su deseo de seguir explorando nuevas formas de expresión y narrativa.
La enseñanza, por otro lado, es una parte integral de su práctica artística desde que tenía 22 años y que lo conecta también, según dice, con las nuevas tendencias y sensibilidades en el teatro. Esta interacción constante con jóvenes talentos no solo enriquece su propia visión artística, sino que también garantiza que su trabajo siga siendo relevante. «Me encanta hacer clases… te mantiene muy actualizado respecto a los referentes, a las preguntas porque los cabros y las cabras de hoy tienen otras miradas sobre las cosas, o tienen referencias más pop, digamos, o de gusto, de cosas que uno ni siquiera conoce, te mantiene refrescado. Y eso es bacán, porque si no uno se empieza a apagar esa chispa”.
Es necesario volver a contar historias, es necesario volver a generar relatos que se entiendan y que no porque se entiendan tengan que ser básicos, sino que es necesario comunicar, volver a contar historia, volver a plantear historias que te interpelen.