«Francisco Krebs da una interpretación personal a la obra de Sarah Kane. La convierte en un espectáculo multimedia. Una gran pantalla muestra el palacio real y escenas de una película de gánsteres. Hipólito, dentro de un auto deportivo, vive las escenas de esa película y cuando al protagonista lo ametrallan, él sale del auto también acribillado. El gran espectáculo continúa con un grupo de rock mientras cae una luminosa lluvia de papel picado. Las proyecciones continúan durante toda la obra y en ellas vemos al final un gran incendio, que puede corresponder a la incineración de Fedra o a barricadas del pueblo que quiere terminar con el corrupto poder real. Una cámara que él mismo manipula muestra, en primer plano, el rostro de Hipólito y con esa misma cámara se amplifica el acto sexual más explícito y provocador de toda la obra.
Proyecciones, música, danza moderna, aparatos electrónicos y juegos computacionales aparecen en las direcciones de Francisco Krebs. Son signos de modernidad, pero dejan en claro la ausencia de lo propiamente humano. Un auto deportivo está al centro de la escenografía, pero sus luces apenas se encienden y su capot es pisado y abollado por Hipólito y el grupo de rock, llama la atención, pero está desvencijado».
Fragmento de «El amor de Fedra, multimedia en que lo obsceno no es el sexo», Agustín Letelier, El Mercurio, nov. 2015.