Parte de la primera generación de egresados la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae, donde también ejerce como docente, Macarena Urzúa ha encontrado en la arquitectura y la instalación artística un medio para transformar los espacios, interviniendo lugares como el Parque Bicentenario en Santiago, la Bienal de Venecia en Italia y las Ruinas de Huanchaca en Antofagasta.
Desde temprana edad, Macarena Urzúa creció en un entorno rodeado de creatividad. Su padre, médico de profesión, también dibujaba y tocaba música, influencias que despertaron su afinidad por la escultura y las formas plásticas.
Aunque decidió estudiar arquitectura, su elección estuvo impulsada más “por su conexión con el arte que por un interés en la técnica o la ingeniería”, comenta. Esta visión marcó su camino profesional, alejándose de proyectos tradicionales y orientándose hacia propuestas con una identidad más innovadora.
Esta búsqueda por integrar las artes visuales con la arquitectura se reflejó en su colaboración con la ONG Espacio Lúdico en el Cerro Cárcel de Valparaíso, donde junto a los vecinos del barrio y el Club Deportivo Apolo, trabajó en la recuperación del antiguo estanque de agua del Parque Cultural de la ciudad, transformándolo en un espacio comunitario diseñado para el encuentro de vecinos.
“Fue muy loco, diseñamos una escalera como acceso y salida del evento. Fue algo pequeño, pero significativo, porque marcó mi primer acercamiento a la experimentación. Desde entonces, tomé un gusto especial por las instalaciones artísticas”, recuerda la arquitecta.
Con el tiempo, las búsquedas creativas de Macarena Urzúa evolucionaron desde una exploración personal y abstracta hacia un enfoque más comunitario, donde el diálogo con las dinámicas sociales y las formas de habitar los espacios se volvió central en su propuesta.
“En cada instalación busco plantear preguntas sobre el tiempo y la permanencia. ¿Cuánto debe durar una obra para generar impacto en las personas? ¿Cómo puede el arte transformar la manera en que habitamos el espacio público? Esas son las preguntas que guían mi trabajo”, reflexiona la artista, quien lleva tres décadas dedicada a la docencia en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Finis Terrae.
Atrapando el paisaje en Venecia
En 2016, el proyecto «Catch the Landscape» marcó un momento importante en la trayectoria de Macarena Urzúa como artista visual. Junto a la paisajista Teresa Möller, presentó esta intervención en la Bienal de Arquitectura de Venecia, en Italia, con la curaduría del arquitecto chileno y Premio Pritzker Alejandro Aravena.
La obra consistió en trasladar bloques de mármol travertino desde una de las mayores canteras del mundo, ubicada a pocos kilómetros de la ciudad de Calama, en el desierto de Atacama. Estas piezas monumentales fueron ensambladas en el Arsenale, un antiguo complejo de astilleros venecianos que actualmente es uno de los escenarios principales de la Bienal.
El traslado de los bloques fue por barco y requirió un delicado trabajo artesanal. En ese tiempo, recuerda Urzúa, se formó junto a un maestro del tallado en el Cementerio General de Santiago, aprendiendo a fragmentar el mármol para su transporte y luego reconstituir las piezas como espacios de descanso y de contemplación del paisaje para los visitantes en Venecia.
“Es emocionante ver cómo las personas usaban esos bloques de mármol, se sentaban y los hacían suyos. Eso es lo más bonito: algo que estaba dormido en el desierto, ahora tiene vida propia en otro lugar”, reflexiona Urzúa.
Escenarios para la interacción ciudadana
Otro de los trabajos destacados en la trayectoria de Macarena Urzúa, fue “Cardumen”, realizado junto a Rodrigo Santa María, su socio en Siglo 22 Arquitectos, que fue presentado en 2024 en el Parque Bicentenario de Vitacura.
La obra, inspirada en la sincronía de los bancos de peces, se materializó en un manto de malla de aluminio de 500 metros cuadrados y 15 metros de altura, suspendido por nueve grúas que permitían que la estructura flotara y se moviera al ritmo de las máquinas.
El diseño modular de la estructura le permitía también transformarse en un escenario, donde se presentaron “Rito y Ofrenda”, del director musical Sebastián Errázuriz, y la instalación escénica “Hado”, dirigida por Manuela Oyarzún, en la que actores y músicos dialogaron desde las alturas, creando una atmósfera inmersiva de luz y sonido.
La autopoiesis como metáfora
La instalación arquitectónica «Mobilis» marcó el origen de un proyecto inspirado en el libro «El árbol del conocimiento» del biólogo y Premio Nacional de Ciencias Humberto Maturana (1929-2021) y el científico Francisco Varela (1946-2001). Diseñada por Macarena Urzúa y su socio, la instalación fue presentada en el Festival de Arquitectura Joven 2022 en el Parque y Monumento Nacional Ruinas de Huanchaca, en Antofagasta.
La instalación consistía en un sistema móvil compuesto por seis estructuras de vigas en forma de tijeras, unidas por tensores donde se colgaron sábanas blancas que ondeaban con el viento nortino. Este diseño buscaba traducir visualmente el concepto de autopoiesis, descrito en el «El árbol del conocimiento» como la capacidad de los seres vivos para mantenerse y regenerarse a sí mismos, uniendo así la arquitectura como la idea del habitar y desplazarse por los espacios y las ciencias de la vida.
La propuesta evolucionó posteriormente en el proyecto teatral «A los pies del Árbol», una intervención escénica dirigida por Manuela Oyarzún, que amplió el enfoque de Mobilis hacia el ámbito de las artes escénicas.
Este segundo proyecto fue presentado en espacios como el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), Fundación CorpArtes y el Festival Internacional Santiago Off 2024, en la ciudad de Santiago, y contó con la lectura dramatizada de la reconocida actriz Patricia Rivadeneira.
Actualmente, Macarena Urzúa trabaja en encontrar nuevos caminos que crucen su práctica artística y pedagógica en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae. Para ella, “este proceso es una constante experimentación en la que la enseñanza se convierte en un espacio de transmisión y retroalimentación”.
Este reciente ejercicio de reflexión la ha llevado a la escritura, impulsada por la diseñadora Bernardita Bráncoli, de la Escuela de Diseño de la misma universidad, académica que la invitó a plasmar en palabras “su universo abstracto interior”, abriendo así una nueva ventana en su práctica creativa.
En cada instalación busco plantear preguntas sobre el tiempo y la permanencia. ¿Cuánto debe durar una obra para generar impacto en las personas? ¿Cómo puede el arte transformar la manera en que habitamos el espacio público? Esas son las preguntas que guían mi trabajo