Formada como profesora de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Argentina, y como artista textil y restauradora en la Universidad de Chile, María Paz Lira Eyzaguirre (Santiago, 1963) ha integrado su labor docente con la fotografía y el estudio del patrimonio cultural.
A lo largo de sus cuatro décadas de carrera, la artista visual y académica de la Facultad de Educación, Psicología y Familia de la Universidad Finis Terrae ha hecho de la búsqueda estética una constante. En ese trayecto, ha explorado disciplinas como el arte textil, la fotografía digital y análoga, y más recientemente, lo que llama “tejer imágenes”, un proceso donde crea obras visuales a través de software de diseño.
Paz Lira utiliza la fotografía como una herramienta para expresar todo su potencial artístico y “llevar al espectador al mundo de lo sensible”, invitándolo a dejar de preguntarse qué es lo que está viendo para dejarse “abrazar” por la imagen desde lo perceptivo y emocional.
“Quiero que las personas disfruten de colores, formas, texturas, líneas, espacios, ambientes y ritmos; porque el valor de la imagen está en la interacción de los elementos visuales. Para mí, la cámara es un pincel que pinta con luz”, reflexiona.
Graduada como profesora de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en Argentina, Paz Lira Eyzaguirre inició su carrera en la fotografía de forma autodidacta en la década de los 80, experimentando con los soportes técnicos que le permitía la cámara analógica.
Fotografíar el alma de América
De vuelta a Chile a mediados de los años 90, la artista comenzó sus estudios de arte textil en la Universidad de Chile. En ese periodo, trabajó con materiales orgánicos y el telar, profundizando en el arte precolombino y los tejidos mapuche y etnográficos. “Todo eso me llevó a estudiar restauración de obras de arte. Y ahí, mi trabajo artístico cambió y migró hacia otras técnicas. Pero la cámara siguió su camino paralelo; siempre estuvo presente”, reflexiona.
Ese interés recurrente por la fotografía encontró un nuevo impulso durante sus viajes al norte de Argentina, Perú y el sur de Chile. En esos recorridos, la fotografía documental se convirtió en una herramienta para capturar rostros, gestos y espacios cotidianos de artesanos, cultores y comunidades. Con ese material, presentó en 1996 Memoria de América, en la Sala de Exposiciones del Centro del Almendral, en San Felipe. “He aprendido a ver y escuchar de un modo nuevo. He descubierto el alma de América en el indígena, en el campesino, en el mate compartido y en el silencio de un fogón”, escribió por ese entonces.
Pero la artista amplió sus intereses por el arte rupestre latinoamericano, y en 1998 exhibió los resultados de sus investigaciones en la Galería Bucci en Santiago, con una selección de pinturas inspiradas en las pictografías y petroglifos de Los Andes.
Al año siguiente, con esa misma inquietud creativa participó de las exposiciones Fibras, Colores y Texturas de América en el Centro Cultural San Martín de Buenos Aires, Influencia Textil Mapuche en el Arte Contemporáneo en el Centro Cultural Monte Carmelo y, Fibras, Colores y Texturas en el Centro Cultural de España, ambas en Santiago. En estas muestras, exhibió el fruto de 15 años de investigaciones sobre las culturas indígenas wichís y tobas de la región del Chaco, al norte de Argentina, así como sus estudios sobre el hilado y teñido en las comunidades huilliche de la isla de Chiloé.
Hilos y píxeles, el giro al arte digital
A inicios del 2000, la artista comenzó a experimentar con fibras textiles desde una perspectiva microscópica y digital, utilizando herramientas como la fotografía macro y la microscopía óptica. Este cruce entre ciencia, arte y la tecnología, se vio reflejado en Cromatismos Microscópicos en el Centro Cultural de Las Condes, donde transformó “estructuras visuales invisibles” en composiciones que evocan vitrales góticos y caleidoscopios.
“En esta muestra, me propuse crear tejidos virtuales, es decir, tejer con imágenes de fibras, pero utilizando Photoshop. Esta exposición marcó un punto de inflexión y me permitió entrar al terreno de la fotografía creativa, más allá del registro documental. Logré la fusión entre el textil y la fotografía. Llevé las técnicas de tejido a la fotografía y logré tejer con la cámara”, explica la artista.
Estos cruces y giros pictóricos -que sin duda han sido un leitmotiv de trayectoria- se traducen en una de sus más reconocidas exposiciones: Chile: Variaciones Cromáticas. En esta, la artista expone colores saturados y luminosos presentes en los paisajes, la arquitectura y la memoria visual del país. Un viaje de norte a sur capturando los verdes de la selva Valdiviana y los amarillo-ocre de Atacama, “las emociones y sensaciones” que a lo largo de su carrera ha capturado, o más bien tejido y pintado, con la cámara fotográfica.
A veces en la fotografía hay muchas reglas y normas, pero yo no las sigo. Me doy licencias. Hay cuestiones como los encuadres y la iluminación que respeto, pero si algo me frena en el proceso creativo, no lo sigo. Me permito ser libre, porque lo que más me fascina de la fotografía es precisamente esa libertad.