Su obra es reconocida por explorar la espiritualidad y la trascendencia del ser humano; sin embargo, él prefiere referirse a la “espontaneidad de su trabajo”. Ha recibido el Premio Altazor en tres ocasiones (2000, 2002 y 2009) y el Premio de Creación Artística (2022) de la Universidad Finis Terrae.
Osvaldo Peña Muñoz (1950) se ha consolidado como un referente de la escultura contemporánea nacional, destacándose especialmente por sus obras en espacios públicos. La crítica ha destacado su capacidad para transformar la experiencia urbana, convirtiendo al espectador en parte activa de su creación e invita a cada transeúnte a considerar su propio camino por la ciudad.
«El hombre urbano —escribió el crítico de arte Enrique Solanich— es su referente sistemático, presentado en cuerpos, torsos o extremidades de planchas de fierro martilladas y soldadas, que simulan los avatares de la vida confortable y sus contradicciones”.
A lo largo de cinco décadas de carrera, Peña ha explorado una variedad de técnicas, desde el uso del poliéster y el vaciado en metal hasta la talla directa en madera nativa y el modelado en fibra de vidrio. Esta versátil trayectoria le ha permitido profundizar en la representación de la corporalidad humana, ajustando el material a las exigencias expresivas de cada obra, en un esfuerzo constante por llevar la escultura hacia nuevos lenguajes.
Formado en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile a principios de la década de 1970, Osvaldo Peña fue alumno del escultor Ricardo Mesa (1931-2000). Sin embargo, su formación se detuvo tras el golpe de Estado del ’73, “lo que interrumpió mi camino académico, pero no mis inquietudes y búsquedas estéticas», recuerda.
En ese contexto, la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo América no invoco tu nombre en vano, durante el gobierno de Salvador Allende, desempeñó un papel fundamental en su desarrollo artístico, llevándolo a cuestionar las convenciones académicas. “En esta exhibición, los artistas incorporaron nuevas materialidades que transformaron mi percepción de lo que hasta ese momento entendía por una obra de arte”, reflexiona el escultor. Este evento marcó también un hito en la historia cultural de nuestro país, al abrir un diálogo entre arte y política en respuesta a las tensiones de la época.
La obra como “cuestión emocional”.
Para el escultor, el arte público implica «habitar» un espacio más que simplemente «estar» en él; presencia, nos dice, que se renueva con cada interacción y en cada tránsito por el espacio urbano. “Pero, ¿qué hay detrás de todo eso? No lo sé, solo trabajo absolutamente a partir de la intuición. Solo busco crear atmósferas que despierten emociones”, reflexiona.
Si bien Osvaldo Peña trabajó con acero durante gran parte de su carrera, a finales de los años 90 enfrentó una crisis creativa que lo impulsó a explorar nuevas materialidades. “Gané una beca de la Fundación Andes y me fui a Chiloé, donde la madera es un elemento vital en la comunidad, presente en todo momento en su cotidianeidad. En ese entorno, me conecté con mis raíces y recuerdos de infancia. La madera se convirtió en mi elemento principal, ya que su color, textura y aromas son profundamente evocadores”, reflexiona.
Este nuevo enfoque se manifiesta en una de sus esculturas más emblemáticas, “El Puente” (1999), que se extiende a lo largo de 15 metros en la estación Santa Ana del Metro de Santiago. Creada en coigüe valdiviano y ciprés, la obra representa la figura humana en tránsito, actuando como “vehículo para articular relatos que sugieren metáforas sobre la existencia, interpelan el presente y aprovechan las condiciones del emplazamiento de manera muy específica”, escribió el artista y crítico de arte César Gabler sobre esta escultura.
Nuevos caminos en la creación artística
Otras de sus esculturas públicas, como “Pueblo” (1988), refleja la preocupación de Osvaldo Peña por las injusticias sociales de su tiempo. Cargada de simbolismo, la obra, evoca la memoria colectiva de las protestas contra el General Pinochet durante la década de los 80 en Chile.
Por su parte, “Espiral”, situada en el Edificio WTC, y “Verde y viento”, en el Parque de las Esculturas, ambas en la comuna Providencia, destacan por su capacidad de “hablar” con el entorno, invitando a los espectadores a “interactuar con su forma dinámica, creando una experiencia que estimula la exploración desde diferentes ángulos”, como señaló el crítico de arte Carlos Reyes, promoviendo una conexión activa con los transeúntes.
El espacio íntimo del artista
Peña ha descrito su taller como un «refugio» que le permite experimentar sin límites: «Mi rutina está orientada a facilitar el tiempo de creación. Todo lo que hago en el día está diseñado para dedicarme a mis obras”. Este espacio es fundamental para su proceso creativo, donde puede explorar nuevas ideas y técnicas. Esta filosofía la transmite a sus estudiantes en la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Finis Terrae, donde promueve la reflexión personal sobre el arte.
En 2022, Osvaldo Peña fue reconocido con el Premio a la Creación Artística de la Universidad Finis Terrae, destacando su trabajo como escultor y como una de las figuras más reconocidas de la escena artística en nuestro país, contribuyendo a transformar el espacio público en una experiencia estética para los cientos de personas que transitan por la ciudad.
En Chiloé, la madera se convirtió en mi elemento principal, ya que su color, textura y aromas son profundamente evocadores.